Ficha: Té de Besos

Género: Romance, Fantasía, Costumbrista

Formato: Digital (kindle)

Precio: 0.89€

*Disponible en Kindle

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Sinopsis

Hace una buena tarde, ¿verdad? ¿Qué os parece si nos quedamos aquí y os cuento, no sé, cómo nos conocimos mamá y yo? Sí, ya sé que tú estabas, Siang, pero Ai Yin no. Y ya es lo bastante mayor para escuchar una buena historia hasta el final, ¿verdad que sí?

Esa es mi niña. Entonces, ¿por dónde empezamos? ¿Tú qué opinas, Siang?

No, no empezaremos por la boda. No nos conocimos en la boda. Será posible… Podemos empezar hablando del abuelo.

Así Empieza…

El abuelo era un hombre muy trabajador y muy fuerte. Durante toda su vida había sido leñador, igual que su padre, y nos había enseñado al tío Fenzao y a mí para que siguiéramos sus pasos. Todavía sigo su senda, y es un trabajo honrado y muy importante.

Nunca se quejaba de nada, y cuando vives con una persona que no se queja, entonces tienes que estar muy atento a los detalles. Fue así como me di cuenta de que cojeaba un poco. Era solo un poquito, porque cuando nos hacemos mayores empieza a doler esto y aquello, pero yo lo veía: se protegía una pierna, y la abuela había comprado un aceite especial para darle un masaje.

Le dije que me aburría en mi tiempo libre, y que algunos de nuestros perros necesitaban más ejercicio. Adjudicado: me quedé con las entregas de leña que tomaban las rutas más largas, y el orgullo del abuelo quedó intacto.

Puede que fuera un poco más complicado que eso, ¿pero qué voy a decirles a los enanos?

Fue así como todo empezó: dos veces por semana, cogía a uno de los perros, un trineo bien lleno de madera, y me iba a los sitios más lejanos para llevarles leña.

Y llegué a casa de mamá. En aquel momento vivía lejos, bastante lejos del bosque, en una casita bonita y blanca, al suroeste. No, hacia ahí no, Siang: en esa dirección. Eso es.

Aquel día, como otros tantos, mamá esperaba leña, así que estaba en el jardín, cultivando su pequeño huerto, preparada para hacer un intercambio rápido. Cuando la vi, y ella me vio, pareció sorprendida. No me parezco mucho al abuelo, ¿verdad?

Bueno, yo también me sorprendí bastante. Es decir, vamos a admitirlo: mamá es una mujer muy guapa, ¿verdad que sí? Creo que me quedé embobado un rato, mirándola y ya está.

¿Qué puedo decir? Esos ojos de color miel dejan tonto a cualquiera.

Cuando me di cuenta de que llevaba una eternidad sin decir nada, carraspeé.

—El leñador —anuncié, y ella sonrió.

—Vaya, ¿qué ha pasado con Huang? —preguntó, acercándose—. No me quejo del cambio, pero… me preocupa.

Esas fueron sus palabras. Quizá el primer coqueteo. «No me quejo del cambio».  Mmm, yo tampoco me quejaba.

—Soy su hijo, Shilu. Pensé en tomar más responsabilidades.

—Vaya, encantada. No sabía que tenía un hijo tan apuesto.

Oh, sí, mamá es una mujer de armas tomar que no se calla lo que piensa.

—Puedes llamarme Ai, aunque mi nombre completo sea Ai Ling —se presentó, limpiándose la mano contra la ropa y ofreciéndomela después.

—Un placer, Ai —respondí, cogiéndosela.

—Espero verte a menudo —continuó aquella mujer bromista, juguetona, encantadora y… ehem… bueno, mamá—. Me alegras la vista, y eso es un buen momento de ocio y descanso.

—¿Estás coqueteando conmigo?

No, yo tampoco me ando con chiquitas. Será por eso que encajamos tan bien. Pero Ai Ling dio un respingo y negó, lo que, y esto lo entenderás cuando seas mayor, Siang, fue un golpe para mi ego.

—No, no… —dijo—. Acabamos de conocernos. Pero admito que eres guapo.

En aquel momento de mi vida no me preocupaban mucho las mujeres, pero es que es difícil no prestar la debida atención a alguien como vuestra madre.

—Qué pena —respondí—. Admito que tú también eres muy guapa.

Sí, tengo el talento conquistador de un jabalí.

—Uno no sabe dónde va a acabar —rio Ai Ling—, pero todo empieza con un «oh, qué guapo». Pero… antes de eso debo pagar por un trabajo cumplido. ¿Cuánto te debo, Shilu? Era así, ¿verdad?

—Así es. —Me giré hacia el trineo que Shin tiraba—. Lo de siempre, ¿no?

Mientras yo recogía su pedido para dárselo, ella ya me daba la pequeña bolsa con el pago.

—Revísalo, si quieres —ofreció.

—No creo que haga falta —negué, guardándolo sin más—. Bueno, Ai. Nos veremos la semana que viene.

—Claro, será un placer volver a verte.

¡Pero bueno! Se nos ha ido el sol y es la hora de cenar. ¿Vamos a ver si mamá necesita ayuda?

¡Siang! ¡He dicho ayuda, no que empieces a pedir que…! Oh, da igual.

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